Hay muchos títulos que cuentan con una elaborada trama y un desarrollo dramático complejo, en aras de ofrecer al jugador un valor añadido a la hora de enfrentarse a un reto interactivo. Pero el final de Bioshock Infinite, tal y como sucede en la primera parte de la saga, no se utiliza como excusa dramática, si no que lo ensalza hasta convertirlo en un factor que repercute, directamente, en su jugabilidad.
Referentes de Bioshock Infinite
Pero la idea de configurar un videojuego alrededor de un argumento integrado en la jugabilidad no viene de la mente de Levine, que ya hizo buenas migas con esta combinación de recursos en la saga System Shock. Uno de los precedentes más valorados corresponde a la saga Half Life la cual, a diferencia de títulos como Metal Gear Solid, se ha desmarcado por ofrecer una narrativa integrada totalmente en la experiencia jugable por medio de mecanismos globales.
De esta forma, se prescinde de vídeos y cortes cinematográficos para optar por una proyección más realista, que no altera la perspectiva del videojuego y que, en la mayoría de las ocasiones, nos permite interactuar con el espacio escénico interactivo con la consecuente inmersión por parte del usuario. El principio de Half Life 2 es un buen ejemplo de ese concepto, al igual que sucede con la parte inicial de Bioshock.
Pero Infinite ha llevado un paso más allá la idea de la narrativa integrada para ofrecernos un sinfín de detalles: desde los carteles que podemos ver por toda Columbia, hasta las grabaciones que debemos encontrar para entender la historia y las motivaciones de la trama, pasando por las connotaciones religiosas y políticas que envuelven a Bioshock Infinite en su envoltorio global. Todo está configurado para involucrar directamente al jugador, y que él mismo experimente en primera persona sensaciones como la primera vez que se encuentra con Elizabeth, la particular presencia que emana de los misteriosos hermanos Lutece o las innumerables referencias literarias y artísticas escondidas en el espacio escénico interactivo.
Una experiencia inolvidable en Columbia
Además de todo ello, la utilización de recursos como el flashback o la adaptación de elementos como la metáfora o la sinécdoque vuelve a mostrar un nuevo nivel de recreación por medio del concepto base que Levine ha implantado en el juego: el de vivir la trama sin necesidad de soltar el mando. De esta forma, y sobre todo en la parte final de Bioshock Infinite, todos estos conceptos se combinan de forma desorbitada aunque magistral, dando lugar a un caos dramático y jugable donde el usuarios no deja de sentirse protagonista.
Gracias a ello, el final de Bioshock Infinite podría considerarse como uno de los más impactantes de la historia del videojuego y, además, se sitúa a la altura de grandes cimas del cine y la literatura. Para buscar referencias cercanas, hemos sentido cosas con Bioshock Infinite que nos han llevado a vivir de nuevo el juego completo para volver a experimentarlas y entenderlas (tal y como nos sucedió con el film de Christopher Nolan Origen o con la serie de culto perpetrada por Satoshi Kon Paranoia Agent). Y cada jugador sacará una lectura propia y personal de lo que significa la evolución del personaje de Elizabeth, su repercusión en los planes de Comstock y su afinidad con Songbird. Pero muchas veces todo se reduce a algo más sencillo y global, aunque para averiguar el objetivo dramático de Bioshock Infinite deberás jugarlo par tí mismo.